Largo articulo aparecido en el suplemento natura de El Mundo, pero que me parece lo suficientemente interesante para reproducirlo en su totalidad.
No es extraño que ardan
Ángel Mustienes
http://www.elmundo.es/suplementos/natura/2009/39/1252360807.html
Los incendios son una constante del verano. Todos los años, cifras sobre hectáreas quemadas y esfuerzos en extinción acaparan los titulares. Pero casi nunca se habla de lo que arde. Y no todos los montes son iguales. Muy pocos bosques maduros quedan en España. Sí abundan las repoblaciones, carentes de variedad y realizadas con especies extrañas al entorno. Su poca rentabilidad económica, la despoblación rural y la falta de una gestión forestal adecuada convierten muchas de ellas en material inflamable
EFE
<<>>. Esta ficticia crónica podría ser la crónica real de cualquier incendio en España, una crónica pródiga en medios de extinción, como si se tratara de una mera exhibición de poder de las instituciones, y austera en los pormenores del fuego. Se quemaron tantas hectáreas, sí. Pero, ¿qué fue lo que se quemó, realmente? Porque no todo vale lo mismo, no todo implica el mismo desastre. Eso sin ponernos en lo peor, cuando el fuego se lleva por delante vidas humanas, tal y como sucedió a finales de julio en la Sierra de Gredos (Ávila).
A los mandos de mi utilitario me dispongo a recorrer un paisaje con olor a tierra quemada en el Valle del Tiétar. La N-502 me va acercando a Arenas de San Pedro, al paredón meridional de la Sierra de Gredos, espectacular barrera natural dominada por Los Galayos, torreones graníticos que enamoran a los escaladores. Mi destino inicial es el Puerto del Pico. Poco antes de llegar a Mombeltrán, con su elegante castillo, el desastre empieza a mostrar su auténtica dimensión: laderas negras hasta donde alcanza la vista.
Pasado Cuevas del Valle, se inicia el Puerto del Pico. El mismo que recorrieron las centurias romanas por una calzada de impresionante pendiente, el mismo que siglos después fue usado por la Mesta para trasladar sus ganados por la Cañada Real Leonesa Occidental, el mismo que ahora, con su ancha vía y perfecto asfalto, es pasto de motocicletas de gran cilindrada que salvan su desnivel arriba-abajo en improvisadas competiciones. Es el signo de los tiempos: velocidad y gratificación instantánea. Una fatal filosofía si se traslada al bosque.
Al poco de empezar el puerto, me desvío por la carretera que enlaza con El Arenal. Kilómetros y kilómetros de pinos calcinados de arriba a abajo, silencio sepulcral. No hay restos de vida en los extraordinarios cotos de caza del Parque Regional de la Sierra de Gredos. Una vez más, el pino rodeno ('Pinus pinaster'), también llamado resinero, favoreció la propagación del fuego. Cada uno de estos árboles fue como una lata de gasolina en el corazón del monte. Su poder calorífico intensificó el incendio, sus piñas, que arden con tal facilidad que suelen ser utilizadas para encender fuego, extendieron con sus espectaculares brincos las llamas... y en este terreno de grandes pendientes -que benefician el incendio de copas en copas- y de valles -que crean el efecto chimenea- todo se magnificó a gran velocidad en ese aciago final del mes de julio.
Pero no se equivoquen, aquí, a diferencia de otros pinares de la zona, lo que se ha quemado no es cualquier cosa. Se trata de una zona de un tremendo valor ecológico con una masa de pinar notabilísima en la que no faltan ejemplares formidables. Porque tampoco es cuestión de demonizar a un árbol, sino a todas aquellas políticas que dejan todo un bosque en manos de una especie como ésta, tal y como ocurre en tantas partes de nuestro país.
De todas las especies de pino de la Península Ibérica, el resinero es la de más fácil adaptación y crecimiento a todo tipo de condiciones ambientales y de suelo, de ahí su constante introducción en siembras forestales. Y tiene este árbol otro dudoso honor: es la especie que más hectáreas ha perdido como consecuencia de los incendios en los últimos 50 años en España. Los datos de este verano no contradicen nada esa reveladora estadística.
Mientras todas estas cavilaciones pesan en el ambiente, prosigo mi camino hacia El Arenal por una carretera de montaña estrecha y sinuosa arropada de verde hasta hace apenas unos días. Me encuentro aquí y allá con coches que circulan a cámara lenta mientras sus ocupantes observan la debacle por las ventanillas. Unos hacen fotos; otros se detienen en los miradores para abordar el horizonte con prismáticos o a simple vista; los menos no quieren bajar ni siquiera del coche para que no se les caiga el alma al suelo. Luis es uno de ellos. Veranea en El Hornillo. «¡Qué gentuza!», acierta a balbucear en referencia a aquellos que provocaron el fuego.
Entre tanto desastre, la esperanza se yergue entre las ascuas. ¿Conseguirá este incendio devastador cambiar la política que lo avivó, una política forestal llena de sinrazones? Esa es la esperanza a la que se aferra, por ejemplo, Óscar Tapias, alcalde de Arenas de San Pedro, uno de los siete municipios afectados por el incendio de hace un mes. Tapias lo dijo alto y claro días después de que el incendio fuera controlado. No quiere más pinos resineros en la zona. Al menos, no quiere sólo pinos resineros. El futuro ha de ser de robles, castaños, serbales... la arboleda perdida.
Ecologistas en Acción tiene la misma opinión que Tapias. En un comunicado de prensa, los ecologistas recordaban este verano que las repoblaciones de pinos y eucaliptos no han hecho más que favorecer en las últimas décadas los incendios más pavorosos registrados en España. Por ello, plantean dar un giro a la actual gestión de los montes, un cambio hacia las especies autóctonas, cuyos bosques maduros apenas han dado pie al fuego.
«Las quercíneas resisten mejor el avance del fuego, ayudan a extinguirlo, y, a la vez, se regeneran mejor», explica Ecologistas en Acción. Hay que aclarar que las quercíneas son los árboles de la familia del roble, de la encina y del alcornoque, especies que dominaron siempre el sur de Gredos, hasta que hace unas décadas la administración del Estado promovió un cambio del paisaje imponiendo y potenciando la presencia del pino. Los ecologistas ponen el incendio originado el 28 de julio en Arenas de San Pedro como ejemplo de política forestal errónea basada en «la aplicación de una gestión forestal productivista de los montes, primando las sucesivas reforestaciones con especies amantes del fuego como los pinos». En definitiva, piden más robles, más castaños, más encinas, más alcornoques... y menos pinos y eucaliptos.
Otras voces también se alzan exigiendo una política forestal coherente. CCOO asegura que este incendio debe hacer reflexionar a la administración competente en aspectos como la prevención, el control y la vigilancia, la investigación y la extinción. El secretario de Medio Ambiente del sindicato en Ávila, Carlos Tomás, que además es guarda forestal, asegura que «la Consejería debe poner en valor los montes, tanto en el aspecto ambiental como económico, con medidas y cambios». Y añade: «Hay tecnología hoy para ejercer un gran control y ponérselo difícil a los terroristas ambientales».
Tomás no quiere en ningún caso cargar las tintas contra el pino resinero. Como buen conocedor del bosque, sabe que cada árbol tiene su lugar en él. «No hay que desterrar al pino, aunque es cierto que hay que valorar otras especies que no propagan tan bien el fuego», dice mientras apuesta por bosques mixtos y, sobre todo, por trabajar duro en el mantenimiento y la conservación del monte, en la generación de cortafuegos naturales, en las podas y los desbroces, en el control de los accesos. Tareas que no son del verano, sino de todo el año y que la población rural y el ganado llevaban a cabo históricamente hasta que la despoblación y los cambios sociológicos experimentados por España dejaron vacíos los pueblos y los montes.
Esta parte de Gredos precisa, sin duda, de una nueva organización de su naturaleza, tan castigada por un largo recorrido de repoblaciones infaustas y un cada vez más grosero ejemplo de urbanismo salvaje que se impone como opción económica a zonas rurales donde la producción agropecuaria ha perdido peso. Sin ir más lejos, el pasado 28 de agosto Candeleda, apenas a 20 kilómetros de donde se inició el fuego, acogió una manifestación para protestar por ese urbanismo que amenaza Gredos. La protesta, organizada por la Plataforma contra la Especulación Urbanística y Ambiental de Candeleda, se situaba precisamente en el pueblo de la comarca que mejor conserva la arquitectura popular heredada de los mayores.
La principal solución pasa por gastar mucho más dinero en prevención que en extinción. Anualmente el Estado destina 3,5 personas a la extinción por cada una que emplea en prevención, según un informe de CCOO. Muchas exhibiciones de medios aéreos podrían evitarse con un tratamiento cabal del monte durante el año. Uno de los objetivos sería lograr una estructura más lógica del monte en el que éste se repueble por zonas con especies diferentes, tal y como ya se hace en algunas partes de España. Aquí unas hectáreas de pino, al lado otras de robles y castaños, más allá frutales... lo que permitiría una gestión sensata y serviría para generar cortafuegos naturales.
Esto no es nuevo, ni siquiera en la zona. Allá por el año 2000, el pueblo de Pedro Bernardo, a pocos kilómetros de Mombeltrán, vivió un espantoso incendio que se llevó por delante una gran cantidad de hectáreas y algunas casas del pueblo. Entonces surgió la Plataforma para el Futuro de Pedro Bernardo. Sus componentes solicitaban la creación de «un escudo ecológico» para impedir que las llamas volvieran a meterse en el pueblo. Ese escudo no era un cortafuegos al uso, no. Se trataba de plantar 80 ó 90 hectáreas en torno al municipio con árboles de diferentes especies que ralentizaran la llegada de las llamas.
Hace décadas, un pino rodeno daba buenos ingresos económicos y eso era un motivo para potenciarlo en repoblaciones. De su resina se extraía la trementina y con ella el aguarrás, de gran uso en la industria de la pintura y los barnices; la colofonia, útil en la fabricación de papel y en el universo de los cosméticos; y la pez, un alquitrán que servía para impermeabilizar la madera. Ahora todos estos usos están olvidados porque la química sintética ha venido a sustituirlos. En estos momentos, un pino resinero es su madera y poco más.
Es aquí donde han de entrar las instituciones de gobierno. El pasado 20 de agosto la Junta de Castilla y León aprobaba en Consejo de Gobierno el Plan de Intervención en la Zona del Valle del Tiétar. Incluye compensaciones de daños, ayudas y una partida de seis millones de euros para «restauración forestal». Es un buen momento para cambiar de trayectoria. Lo dicen los ecologistas, lo dice CCOO, lo dicen algunos alcaldes de la zona, lo dicen muchos lugareños hartos de tanto incendio... ahora hace falta que los que tienen la capacidad de decidir empiecen a tomar decisiones a largo plazo, ese plazo tan alejado del ideario político y tan cercano al sentir de la naturaleza.
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