Los medieros de La Vera
04.01.2008 -
SANTIAGO VADILLO MACHOTA
LA Vera es una comarca que se sitúa al nordeste de la provincia de Cáceres, formada por una franja de terreno ubicada entre la cara sur de la sierra de Gredos y el río Tiétar. Por sus características geológicas se la denomina 'La fosa del Tiétar', pues es el bloque más deprimido y meridional de la montaña, con una altitud media de 400 a 600 metros.
La recorre de norte a sur una gran cantidad de gargantas y arroyos que alimentan sus tierras a modo de arterias y desembocan en el Tiétar (tributario del Tajo), el cual sirve a su vez de riego para la zona de vega. Gredos actúa como un muro protector y dota a estos predios de un microclima especial, que permite los cultivos de tabaco, pimiento, diversos productos de huerta y frutales de todo tipo, además de regalarle una singular belleza.
La comarca agrupa diecinueve pueblos, que comienzan en el oeste con Tejeda del Tiétar y finalizan en Madrigal de la Vera.
Se completa, por identidad geográfica, medioambiental, agraria, idiosincrasia de sus gentes, rasgos de la lengua y folklore, con los dos pueblos de la provincia de Ávila limítrofes con Madrigal: Candeleda y Poyales del Hoyo. Éstos poseen las cumbres más elevadas del Sistema Central, donde destaca el Pico del Moro Almanzor con 2.592 metros, situado encima de Candeleda.
Los vettones son el primer pueblo que se conoce en el sur de Gredos. A partir de una serie de castros desarrollaron una ganadería extensiva con aprovechamiento comunal de los sitios en que pastaban los animales. En los albores del siglo II a. de C. tiene lugar el primer enfrentamiento entre estas tribus indígenas y los romanos, aunque para los últimos fue un territorio marginal. Después las tierras de Gredos resultaron de escaso interés en las contiendas de los caudillos musulmanes. Se situaron en ellas comunidades minoritarias de bereberes, que intensificaron las prácticas ganaderas e iniciaron la trashumancia local.
Alfonso VIII, a finales del siglo XII, fundó Plasencia para afianzar la frontera occidental del reino castellano. Se inició entonces un proceso repoblador lento y se fueron consolidando pequeñas comunidades de hombres libres, de origen heterogéneo.
Miguel Ángel Troitiño Vinuesa, catedrático de Geografía Humana de la Universidad Complutense de Madrid, analiza en sus trabajos con detalle las características de estos parajes y el proceso histórico de asentamiento humano.
En La Vera se ha producido una endogamia secular por la escasa comunicación de sus habitantes con otras zonas. La consanguinidad ha seleccionado en muchos veratos algunos caracteres raciales particulares, como la piel muy blanca, los ojos azules, los cabellos rubios o castaños y el factor sanguíneo Rh negativo.
El fenómeno biológico se exacerbó por la existencia en los pueblos de tres capas sociales: los propietarios, los medieros y los jornaleros, con poca relación matrimonial entre ellas. Por fortuna, la situación se corrigió en las últimas décadas mediante la mejora de las vías de comunicación y la emigración, que originaron un mestizaje estabilizador desde el punto de vista genético.
Miguel Camacho Camacho, gran experto en genealogías de los pueblos de la sierra de Gredos, realizó el estudio de mis antepasados hasta el inicio del siglo XVII. Descubrió que se extendieron desde Jaraíz de la Vera hasta Talavera de la Reina. El único que no nació en estos confines fue Martín Márquez Utrago -tatarabuelo de primera generación-, natural de Membrilla (Ciudad Real). Llegó al pueblo sobre el año 1870 como secretario del Ayuntamiento y se casó con una lugareña.
El desarrollo agrario de la comarca se sustenta en el minifundio, el policultivo (con especial atención al tabaco y al pimiento), el regadío y la dispersión parcelaria (que se corrige con los planes de concentración). Estos aspectos influirán sobremanera en la génesis de la inclinación luchadora de los veratos.
Una de las imágenes más bellas que recuerdo cuando contaba apenas con cinco o seis años de edad, se corresponde con las plantas de tabaco que mis padres cultivaban como medieros; el color violeta de sus flores mezclado con el verde intenso de las enormes hojas me hacía sentir en el País de las Maravillas.
El principal elemento de conflicto en La Vera es el agua. Para evitar disputas se crearon las comunidades de regantes, que nombraban aguadores para controlar el justo reparto del preciado tesoro, por lo general abundante en la comarca. Se elegía para este cometido a las personas de mejor temperamento y sentido de la organización, pero aún así era difícil evitar algunas reyertas entre los vecinos.
En su libro Por tierras de Portugal y de España, Miguel de Unamuno comenta en relación a la personalidad de estas gentes, lo siguiente: "Los veratos o naturales de La Vera riñen en invierno por vino y en verano por agua, la de los riegos; y como allí la vida parece tenerse en poco aprecio, le aligeran a uno del peso de ella por un quítame allá esas pajas".
La responsabilidad del funcionamiento y prosperidad de La Vera recae sobre Los Medieros. Su idiosincrasia ha sido definida con precisión por Manuel Bermejo Hernández -primer presidente preautonómico de la Junta de Extremadura- en su libro publicado con el mismo nombre en 1987. Los medieros por lo general tenían algunas propiedades, pero insuficientes para sacar adelante a la familia, lo que les obligaba a trabajar parcelas de otros propietarios (los amos).
La superficie de tierra que cultivaban era de cinco a siete hectáreas, suficiente para la vida holgada de una familia si no fuera porque tenían que distribuir las ganancias a partes iguales con el dueño de la tierra. Aunque los ingresos de los medieros eran superiores a los de los jornaleros, padecían una economía familiar de subsistencia, a pesar de que, en muchas ocasiones, el amo les avalaba para que adquirieran algunos bienes. La situación laboral de los medieros era muy particular, pues a la vez que empleados, tomaban iniciativas propias del patrón para aumentar las producciones, lo que favorecía la creación de un carácter pujante y emprendedor.
Nada tiene que ver con lo descrito en la huerta valenciana por Vicente Blasco Ibáñez en su obra La barraca, en la que los trabajadores eran arrendatarios de parcelas, por lo que en años de mala cosecha no sólo carecían de beneficios, sino que además se endeudaban con el amo.
El ocaso de esta figura principal de la comarca de La Vera se inició con lentitud alrededor de los años setenta del siglo pasado. Coincide con la diáspora hacia las grandes ciudades en busca de una vida mejor para los hijos.
En fin, los medieros han forjado, a través de unas relaciones laborales peculiares, un espíritu aguerrido, luchador y emprendedor, que nos ha permitido a muchos de sus descendientes conseguir niveles culturales y de bienestar muy superiores a los que ellos heredaron.
SANTIAGO VADILLO es catedrático de Sanidad Animal de la UEx
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