Guisando ofrece al visitante una amplia oferta turística. Magníficos establecimientos hoteleros, casas de alquiler temporal, un magnífico camping, un campamento para escolares. Pero, además, está lleno de atractivos que, a buen seguro, harán las delicias de los visitantes que decidan pasar unos días en esta preciosa villa abulense.
Pasear por sus calles verticales, observar sus casas que guardan el encanto de sus balconadas de madera, llenas de flores y pimientos puestos a secar. Pasear por rincones donde el compañero más frecuente es el silencio pacífico. Conversar con sus naturales, de trato abierto, sincera simpatía y hospitalidad. Tomar el sol mañanero en la plaza junto a los más mayores que cuentan historias de su vida en majadas y juventud ya lejana.
Tomar caminos y senderos para dar un paseo entre huertos y frutales que se levantan en bancales de pequeña extensión, acompañados siempre por el sonido sincopado de las esquilas de las cabras y el cantar de infinidad de pájaros que acompañan tu camino. Adentrarse entre los pinares y respirar ese aire medicinal que tan bien hace al hombre de ciudad.
Llegar hasta las muchas fuentes de aguas finísimas dónde hacer un descanso y reponerse de la fatiga. Como lo es la del Risquillo con mesas para probar un bocado bajo la mirada de su plaza de toros antigua y legendaria o, simplemente, leer las noticias del diario para darnos cuenta que aún vivimos en nuestro tiempo y no en el pasado.
Mas cuando el calor de las horas centrales del día llega, vaya el visitante, que ya es un poco guisandero, a refrescar su cuerpo a esas piscinas naturales, de aguas cristalinas como la del Charco Verde y, antes de almorzar o cenar, tapee en sus bares con los naturales.
A buen seguro que el visitante deseará que sea larga su estancia y volver pronto.
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