-Estudio monográfico sobre Poyales del Hoyo-
por Casimiro Hernandez Rodriguez . 1958
Aunque este libro se escribió sobre Poyales, la descripción que hace de las casas es comun y reconocible por los ancianos de cualquier pueblo de la comarca, como pueden ser Candeleda, Madrigal, Guisando, El Hornillo, etc. Se irá publicando en varias entregas debido a su tamaño.
Las Casas
Puede decirse que no hay casas de planta baja. Si no todas, la mayoría son de tres pisos, contando como tal el sobrado. El bajo está dedicado a la cuadra, bodega, aperos, etc. El piso alto es propiamente la vivienda. El sobrado no es solamente la cámara de aire para templar la casa. Es también el almacén de los frutos que esperan la llegada del arriero que ha de llevárselos.
Los muros de la planta baja están hechos de sólida manipostería, de cal y canto. Sobre ellos se construye el resto del armazón del edificio, una especie de gigantesca jaula de madera cuyos espacios libres son tapiados con adobes. Entiéndase que el adobe no hace más que recubrir, sin soportar peso, que descansa exclusivamente sobre las vigas. El muro de la parte oeste, más hostigado por los fuertes aguaceros, se hace de ladrillo o bien se recubren los adobes con ripias. Hay dificultad de revocar las fachadas, pues el revoco no agarra sobre las numerosas alfajías que forman el enjaulado citado. Para remediarlo se hace a veces sobre estas maderas una trama de esparto sobre la que fija el yeso y de esta forma se consigue una mayor solidez al enlucido. Este es el procedimiento tradicional de construcción que lentamente va siendo desalojado por un sistema no tan típico, pero más sólido, haciendo de piedra o ladrillo la totalidad del edificio.
La puerta de la casa está siempre abierta, desde que la familia se levanta hasta que se acuesta. Solamente se atranca cuando no hay nadie en ella, cuando todos se han ido al campo. Si el ama de la casa ha de ir a algún recado echa la llave, pero la deja puesta en la cerradura. Pudiera venir el esposo o los hijos y encontrarse la puerta cerrada. Si la puerta tiene gatera, a veces quitan la llave y la colocan junto a la gatera, en el suelo.
Quien vaya a una casa no tiene más que entrar. Se pasa al zaguán. Unas veces tiene el piso de gorrones, como la calle que se dejó detrás. Otras de losas de piedra berroqueña o de cemento. Los económicamente débiles (como se dice ahora, por no decir pobres, que suena como un reproche) tienen el piso de barro apisonado, pintado de ocre o almagre, que llaman tierra amarillo o tierra colorao, masculinizando los adjetivos. Una puerta del zaguán da a la cuadra. Unas veces la cuadra tiene una puerta independiente a la calle, otras las caballerías han de atravesar el zaguán. Otra puerta conduce a la bodega, donde además de las tinajas está, frecuentemente debajo de la escalera el artesón de la cal.
Puede decirse que no hay casas de planta baja. Si no todas, la mayoría son de tres pisos, contando como tal el sobrado. El bajo está dedicado a la cuadra, bodega, aperos, etc. El piso alto es propiamente la vivienda. El sobrado no es solamente la cámara de aire para templar la casa. Es también el almacén de los frutos que esperan la llegada del arriero que ha de llevárselos.
Los muros de la planta baja están hechos de sólida manipostería, de cal y canto. Sobre ellos se construye el resto del armazón del edificio, una especie de gigantesca jaula de madera cuyos espacios libres son tapiados con adobes. Entiéndase que el adobe no hace más que recubrir, sin soportar peso, que descansa exclusivamente sobre las vigas. El muro de la parte oeste, más hostigado por los fuertes aguaceros, se hace de ladrillo o bien se recubren los adobes con ripias. Hay dificultad de revocar las fachadas, pues el revoco no agarra sobre las numerosas alfajías que forman el enjaulado citado. Para remediarlo se hace a veces sobre estas maderas una trama de esparto sobre la que fija el yeso y de esta forma se consigue una mayor solidez al enlucido. Este es el procedimiento tradicional de construcción que lentamente va siendo desalojado por un sistema no tan típico, pero más sólido, haciendo de piedra o ladrillo la totalidad del edificio.
La puerta de la casa está siempre abierta, desde que la familia se levanta hasta que se acuesta. Solamente se atranca cuando no hay nadie en ella, cuando todos se han ido al campo. Si el ama de la casa ha de ir a algún recado echa la llave, pero la deja puesta en la cerradura. Pudiera venir el esposo o los hijos y encontrarse la puerta cerrada. Si la puerta tiene gatera, a veces quitan la llave y la colocan junto a la gatera, en el suelo.
Quien vaya a una casa no tiene más que entrar. Se pasa al zaguán. Unas veces tiene el piso de gorrones, como la calle que se dejó detrás. Otras de losas de piedra berroqueña o de cemento. Los económicamente débiles (como se dice ahora, por no decir pobres, que suena como un reproche) tienen el piso de barro apisonado, pintado de ocre o almagre, que llaman tierra amarillo o tierra colorao, masculinizando los adjetivos. Una puerta del zaguán da a la cuadra. Unas veces la cuadra tiene una puerta independiente a la calle, otras las caballerías han de atravesar el zaguán. Otra puerta conduce a la bodega, donde además de las tinajas está, frecuentemente debajo de la escalera el artesón de la cal.
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